
Sábado, 10 de Mayo de 2025
Bogdan Chaikovskyi: “Todos somos ‘prosumidores’ de contenido; todos creamos imágenes, todos las consumimos”
Bogdan Chaikovskyi (Lviv, 1998) es un joven artista de origen ucraniano, formado en la Facultad de Bellas Artes y el Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la Universidad de Salamanca. Además, es docente en el departamento de Dibujo Artístico en la Escuela de Arte de Valladolid, ciudad en la que reside. Acaba de inaugurar una muestra en la Sala de Exposiciones Patio de Escuelas de la Usal, titulada ‘La furia de las imágenes’ en la que conjuga pinturas históricas de artistas como El Greco, Velázquez o Ribera con imágenes de videojuegos y ‘memes’ de internet, como metáfora del consumo voraz del ‘scrolling’ y la ‘dictadura del algoritmo’ a la que se enfrenta cada vez que enfoca su atención en la pantalla de su teléfono móvil. Durante una entrevista con Ical, el joven artista confiesa que su bisabuelo era pintor de iconos de estilo bizantino ortodoxo, así que viene a perpetuar el oficio de su antecesor en la era de Internet y las redes sociales.
¿Qué hay detrás de ‘La furia de las imágenes’?
Es un proyecto que nace de la reflexión sobre el papel que desempeñan las imágenes en nuestros tiempos, de la necesidad de representar y comprender las imágenes contemporáneas, especialmente aquellas que nos rodean cotidianamente en internet y en la multipantalla. Parte de la apropiación, citación y repetición, al estilo del ‘ready made’ expandido, para reflexionar sobre nuestra relación con las imágenes, sobre cómo las consumimos compulsivamente y cómo se diluye su poder simbólico a través de su infinita reproducción. Es una propuesta crítica que combina referentes del arte clásico, el arte pop, las imágenes de la llamada baja cultura, memes y todo tipo de imágenes procedentes de internet y redes sociales.
¿De dónde viene el título?
‘La furia de las imágenes’ alude al ensayo de Joan Fontcuberta donde se reflexiona sobre la imagen contemporánea y sobre el papel de los artistas que dejan de ser creadores, donde los consumidores tampoco ya son meros consumidores, sino que todos nos convertimos en los ‘prosumidores’ de contenido. Así, todos creamos imágenes y todos las consumimos. De ahí que su cantidad no pare de aumentar. Los visual y las imágenes han colonizado todos los aspectos de la experiencia.
¿Puede la pintura competir con la dictadura del algoritmo y el consumo compulsivo de imágenes en internet?
La pintura no solo puede competir, sino que también puede resistir. En mi caso, busco que la pintura recupere su valor como soporte físico y material frente a la inmaterialidad veloz de las imágenes digitales. La serigrafía y la pintura permiten justamente confrontar ese flujo incesante de imágenes. Las imágenes en mis obras se encarnan, vuelven a un soporte, y vuelven a reivindicar su lugar en el mundo contemporáneo.
¿Qué papel juega el dominio del oficio en su obra?
El oficio, el saber pintar, permite dotar de cuerpo y permanencia a imágenes efímeras. A través del dominio técnico, ya sea en la serigrafía, la pintura o el dibujo, consigo rematerializar imágenes virtuales y devolverles un lugar físico. Pero lejos de ser un fin en sí mismo, es la herramienta que permite que estas imágenes vuelvan a tener peso, textura y presencia. De ahí que podría decir que el concepto siempre va junto con la técnica. La técnica ayuda a transmitir el mensaje, pero no es el mensaje.
¿Cómo decidió que unir a Luca Giordano o a Ribera con los videojuegos ‘vintage’ podía funcionar?
En el momento en que entendí que hoy todas las imágenes conviven al mismo nivel y al mismo tiempo, sin jerarquías. En la pantalla del móvil o en un ‘feed’, puede aparecer una obra de Ribera al lado de un meme o una captura de un videojuego. Esa mezcla, que en principio parecería imposible, es precisamente lo que mejor representa nuestro presente visual. Al unir estos universos, se construye un nuevo relato visual que refleja cómo consumimos imágenes en la actualidad.
Teniendo en cuenta que sus obras se presentan en dípticos y trípticos monumentales. ¿El tamaño importa?
Sí, el tamaño importa porque permite generar una experiencia inmersiva que dialogue con la escala de la sobrecarga visual que vivimos. El formato monumental no es un capricho formal, sino una forma de confrontar al espectador, de hacer que esas imágenes que suelen pasar desapercibidas en la pantalla adquieran otra potencia y otro tiempo de contemplación en el espacio expositivo. Sin embargo, siempre me gusta jugar con los tamaños, y tal y como se ve en esta exposición colocar al lado de una pieza monumental un dibujo más pequeño que contrasta con la obra anterior.
Aparte de artista, es docente. ¿Qué recomienda a un joven que desea dedicarse a la práctica artística?
Le diría que se deje atravesar por su tiempo, que observe el mundo con atención crítica y que no tenga miedo de mezclar lenguajes, referencias o medios. Que entienda que hacer arte hoy también implica pensar las imágenes, cuestionar lo que vemos y cómo lo vemos. Y, sobre todo, que el trabajo constante, el oficio y la honestidad con uno mismo son claves para sostener una práctica a largo plazo. Hace años me dieron el consejo de realizar un ejercicio de retrospección crítica con uno mismo, pensar que es lo que uno quiere decir y como lo quiere decir, quizás ha sido uno de los mejores consejos que he recibido.