Miércoles, 27 de Marzo de 2024
Los últimos imagineros de la escuela castellana
A golpe de gubia, Ángel Martín y Miguel Ángel Tapia mantienen con vida la esencia de la imaginería castellana. Sus talleres, en las localidades vallisoletanas de Medina de Rioseco y Viana de Cega, representan algunos de los últimos huecos, una luz bajo la esperanza, de aquella escuela castellana que en los siglos XVI y XVII arrancó sobre todo Juan de Juni y Alonso Berruguete, entre otros, y cuyo culmen alcanzó el gallego Gregorio Fernández en su taller de Valladolid.
Casi 450 años después de su nacimiento, la vitalidad de la Escuela Castellana perdura, pero tiene grietas, causadas, en gran medida, por la inspiración andaluza que ha llegado a muchas de las procesiones de Castilla y León. “Estamos siendo inducidos”, sostiene el escultor Ángel Martín en su taller de Rioseco, desde donde ha esculpido auténticas maravillas para las semanas santas más importantes del país. Uno de sus últimos trabajos, salido hace pocas semanas de la Villa de los Almirantes, son las andas del simbólico Cristo de la Luz de Valladolid, al que ha restado casi 120 kilos de peso en hierro para favorecer su salida por el dintel de la puerta del Palacio de Santa Cruz. “Pesaba más de 600 kilos en unas andas de 1,55 por 1,95 metros”, recuerda Martín, quien recuerda que “cada uno que llegaba quería dejar su impronta y metían más hierro para sujetar mejor la cruz, el cristo y el calvario”, comenta a Ical en un mañana previa a la Semana Santa, donde desde la puerta de su ‘laboratorio’ ya se respira la pasión riosecana.