
Domingo, 6 de Julio de 2025
El espíritu artístico, su comprensión y la mofa
Cuando, en 2019, el artista italiano Maurizio Cattelan estampó con cinta aislante una banana fresca contra una pared y logró colocar varias ediciones de esta pieza en 120.000 dólares la más barata, devolvió el fulgor a un sempiterno debate que parece indagar entre la línea invisible que aparta el grano de la paja, es decir, que separa el arte de aquello que no lo es. Tal vez fuera un desafío, pero la cuestión, medio cíclica, sobre la que ya teorizaba hace una centuria Ortega y Gasset, emerge cada vez que la vanguardia se propone doblegar al ‘establishment’ para romper con ciertos paradigmas clásicos. Algo que trataron de resolver filósofos como los alemanes Theodor Adorno y Walter Benjamin, a lo largo del siglo XX, al enjaular el concepto de “espíritu” en el arte.
Todas estas referencias pertenecen al profesor salmantino Rafael López Borrego, programador cultural y docente que, como divulgador, cuenta con más de 50.000 seguidores en su canal de YouTube, y que añade un “planteamiento de verdad” que, en su forma de entender el arte, debería poder extraerse como requisito indispensable para considerar, como tal, a una obra artística. Cuestiones que trata de desentrañar en su última obra, titulada ‘Los problemas del arte contemporáneo’, en la que emprende una cruzada contra los que llama los “falsos críticos” y que acostumbran a utilizar las redes para “denostar el arte” o tratarlo “como si fuera una comedia, algo divertido de lo cual la gente se puede reír o mofar”.
A pesar de reconocer que estos ‘youtubers’ son capaces de conseguir “mucha audiencia”, en su opinión, “no representan, absolutamente, nada serio”. Y, sobre esta base, se planteó la escritura del libro, a fin de descubrir los problemas del arte contemporáneo a la hora de encontrarse con el público. Por ejemplo, según explica a Ical, si puede resultar muy difícil su comprensión por haberse alejado de representaciones que tenían que ver con lo clásico. Si la técnica es importante o ya no cuenta, o si cuestiones como el talento ya no tienen cabida. Cuál es el papel de la crítica de arte, de la industria y todos los agentes que en ella intervienen, como coleccionistas, galeristas o museos, son otras de las cuestiones que aborda.
El libro, que arranca con una parte más teórica, encara una fase crítica cuando se enfrenta a estos “falsos críticos”, que el mismo autor define como “personas que se dedican a hacer dinero en internet y a los cuales el arte, prácticamente, ni les interesa, ni les importa, ni lo han estudiado, ni nada”. Simplemente, añade, “se ríen de cierto tipo de situaciones que son fáciles para conectar con un público que el día que dejen de hacer estos vídeos, pues irán a buscar otro tipo de entretenimiento, es decir, son personas que, posiblemente, no tengan tampoco interés por el arte o el arte contemporáneo”. Sin decir nombres, el divulgador constata que estas personas “existen y tienen bastante éxito, la verdad”.
Qué es arte
En este sentido, el libro plantea, por ejemplo, lo que López Borrego llama el problema de lo cotidiano. “Algunos autores consideran que el principal momento de declive del arte fue cuando dejó de representar cuestiones que tenían que ver con lo ideal para representar cuestiones que tienen que ver con la vida cotidiana. Algo que para nosotros es como muy normal, ir incluso a una exposición o ver un cuadro donde se puede ver escenas de la vida diaria pues hay bastantes autores, sobre todo reputados autores que han escrito a lo largo del siglo XX que dicen que el arte se estropeó ahí, cuando dejó de representar un ideal”, resume.
Otros autores, con más grandilocuencia, se refieren al fin del arte. Así, el programador cultural niega que esto sea así, por la evidencia de que la producción artrítica continúa, y explica que estos autores hablan de “cambios de paradigma”, es decir, “que el arte deja de ser una cosa para convertirse en otra”. En este sentido, ejemplifica con las vanguardias, cuando a finales del siglo XIX y principios del siglo XX los artistas trataron de hacer “algo diferente” de lo que se hacía hasta entonces. Otro ejemplo se da en 1964 cuando Andy Warhol comienza a utilizar objetos como formas de representación artística. “Nos preguntamos si podemos considerar eso como arte, en vez de una representación tradicional como una escultura o una pintura”, reflexiona.
En esencia, el libro plantea un análisis que busca, de algún modo, la validación de cuestiones que tienen que ver con lo contemporáneo. “Yo creo que el problema principal que plantea el arte contemporáneo es la incomprensión, es decir, que tú veas una obra y no sepas por dónde cogerla”, considera. De eso hablaba Ortega y Gasset, en 1925, a través de ‘La deshumanización del arte’, que se estaba “alejando del humano para meterse en otros recovecos que tienen que ver con la dificultad de acceso a la comprensión de las obras”. Una de las claves, para López Borrego, es “no ver el arte con ojos del siglo XVIII o del siglo XIX, ya que hay una línea histórica que ha ido marcando otros derroteros”.
“Si en el siglo XVIII se consideraba que una persona con talento podía pintar un cuadro maravilloso con una escena de la mitología romana, pues ahora la situación no es la misma. Quizás un artista que tenga una buena idea es suficiente para desarrollar un objeto que capte esa idea y que trate de llegar al público para que se posicione de una manera. Es decir, para que tome un partido por la cuestión que le plantea la obra, a favor o en contra. Por eso, quizás lo que nosotros tenemos que hacer para acercarnos al arte contemporáneo es intentar comprenderlo”, resume. Para ello, apuesta por “la didáctica”, es decir, “las cartelas, los textos de los críticos o los vinilos en las paredes que explican las obras”.
El todo vale
Puede que una de las cuestiones que alejan al espectador del arte contemporáneo sea aquello que tiene que ver con la técnica, con el talento en su expresión más primigenia, aquello que separa la mano casi mágica del común de los mortales. Sobre este asunto versa un capítulo del libro titulado ‘El todo vale’. “Significa que podríamos justificar cualquier obra como obra artística, pero esto no es una realidad”, zanja. Para ello, se retrotrae a los años 60 cuando los minimalistas se diñen a diseñar las obras sobre un papel y mandan los diseños a una fábrica. Con lo cual, “el proceso del artista trabajando directamente en la obra se rompe”, matiza, dejando claro que “el artista sigue teniendo talento”.
“Quizás también estaría bien que nos preguntemos si este talento del cual estamos hablando es algo exclusivo de un grupo solamente de personas, que pueden seguir haciéndolo y ser considerados como artistas, o a lo mejor, en este momento de hibridación que nosotros vivimos, también hay otras personas que no es que tengan menos talento, sino que conciben el arte de una forma diferente. Y ambos, unos y otros, son capaces de convivir en el mundo actual”, reflexiona este licenciado en Geografía e Historia con especialidad en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, quien lleva una quincena de libros escritos sobre arte, estética y teoría del arte.
Desde su punto de vista, en pleno siglo XXI, una de las cuestiones más valoradas actualmente es “la experiencia”, que está presente en el ocio y tiempo libre, el turismo y la gastronomía, otras formas de cultura y, por qué no, también puede estarlo en el arte. “Nos vamos a un parque de atracciones y tenemos una experiencia porque montamos en todos los aparatos. Si visitamos una exposición, tenemos los cuadros colgados en la pared, pero si en una sala grande tengo una instalación, ahí puedo tener una experiencia similar a la que tengo en otro sitio, abrumado quizás por televisores, sonidos, objetos de los cuales desconozco el uso, intento adivinar, puedo pasear por ella o moverme alrededor. Este tipo de idea creo que tiene mucho más que ver con la estética contemporánea que simplemente plantarse delante de ‘Las Meninas’ y contemplar su belleza”, añade.
Sin apartar la parte “más clásica”, tras una vida dedicada a la gestión cultural programando exposiciones de arte contemporáneo en el Museo DA2 de Salamanca, López Borrego insiste en que “conviven unas y otras” y afirma que “ese tipo de experiencias, como una instalación, en una sala gigantesca de un museo, además es posible compartirlas en grupo, porque ahora a través de las redes sociales puedo tomar fotografías, ‘postearlo’ en un perfil y animar a la gente, a los amigos, a que vayan a verla”. “O sea que la experiencia que nosotros vivimos a la hora de la representación artística creo que ha cambiado y que también es importante que nos demos cuenta de ello”, concluye.
Aventura en YouTube
Con más de 50.000 seguidores y unos 1.100 vídeos en el canal de YouTube al que da nombre, Rafael López Borrego, docente de profesión, no tiene miedo a explorar nuevos formatos en su labor de divulgar. Una aventura que tiene su origen en un lejano 2012, a través de u blog llamado ‘Arte para niños’, en el que trabajó hasta que cayó en la cuenta de “la gente no lee en internet”, así que se mudó a un entorno “más visual” como el que le ofrece la plataforma de Google. “Entonces, muchas de las informaciones que yo tenía en ese blog las voy haciendo vídeo, añadiendo fotografías y demás. En principio hago bastantes cosas que están enlazadas con cuestiones para niños, pero también como divulgación de historia del arte en general”, recuerda.
No obstante, reconoce que el crecimiento en esa época iba “muy despacio” hasta que, hacia 2018 o 2019, comienza a hablar de lo que más le gusta, es decir, de estética y de arte contemporáneo. Poco después, hay un “momento de inflexión importante”, que es la pandemia. “Con otros ‘youtubers’, hicimos una serie de debates y la gente se enganchó muchísimo, todos ganamos un montón de seguidores y mucha gente se unió en ese momento. Hacíamos debates sobre esto, sobre estas cosas que hemos estado hablando, sobre el todo vale, por ejemplo, sobre el talento en el arte, sobre el criterio, sobre este tipo de cosas”, cuenta sobre las tertulias compartidas con los españoles Fernando Castro Flores y Rayitox o el doctor Francisco Soriano de México.
Últimamente, explica, aprecia un cambio de paradigma en la forma de consumir contenido por parte del público. “Cada vez los vídeos largos digamos que tienen menos éxito y la gente demanda vídeos cada vez más cortos. Es decir, funcionan mejor los ‘shorts’ en YouTube o ahora mismo los ‘reels’ de Instagram que un vídeo de 30 o 40 minutos hablando sobre arte conceptual. Parece que hay como un cambio, un nuevo cambio, y la gente quiere como todo más rápido, resumido, y que a lo mejor en un minuto y medio, pues que le des la información que antes le dabas en diez. Entonces, pues me voy adaptando también a este tipo de cosas”, indica el divulgador, quien reconoce que, a este nivel, “es más una cuestión de imagen personal que de rentabilidad económica”.