
Domingo, 19 de Octubre de 2025
'Urban' con denominación de origen
Cuando DJ Kool Herc comenzó a cortar ‘beats’ en fiestas del Bronx neoyorquino a principios de los 70 para que sus congéneres afroamericanos se distrajeran, en esencia, estaba reivindicando la identidad de un pueblo, en aquel tiempo y lugar oprimido, a través de la cultura. Eran viejos sonidos, pero nuevas fórmulas. De ese ‘proto-rap’, enmarcado en el movimiento multidisciplinar del ‘Hip-Hop,’ emanaron un sin fin de corrientes musicales que, a través del diferenciador tamiz de su localización, aglutinan cierto denominador común: el ritmo y la narrativa.
Medio siglo más tarde, el género urbano impregna la raíz de casi todos los idiomas que hoy hablan los jóvenes. Lo entienden, lo disfrutan y lo comparten. Lo hablan con soltura porque son nativos. Pero solo lo hablan entre ellos. Puede que fuera un proceso más paulatino de lo que parece, como esa ola que orada el acantilado, sutil pero implacable, pero lo cierto es que la ruptura, a nivel formal, es hoy tan abrupta, que, a menudo, resulta imposible la comunicación intergeneracional. Parece que la tradición sobrevive por la generosa persistencia de quien se empeña en preservarla, pero puede que falte fluidez orgánica.
A excavar una puerta entre dos mundos que se dan la espalada, a tender ese puente entre pasado, presente y futuro, llega un joven mirobrigense de 25 años. Apellidado Lemus, también conocido como ‘Berrako', y bautizado en la pila como Ángel, habla de “devolver el sentimiento de orgullo a la gente salmantina”. Hace una reivindicación de lo propio, como hacía Kool Herc por su gente, pero él lo hace por su abuela Angelita. “No es que se nos haya olvidado, es que literalmente no lo conocemos”, comenta a Ical. Su intención, ahora, es recuperar ese legado, hacerlo suyo, traducirlo al idioma que aprendió rapeando en las calles de Ciudad Rodrigo y entregárselo a la gente de su generación.
De madre pianista y con estudios de violonchelo, Lemus convive con la música toda su vida. “A los 13 años, me metí en el mundo del ‘Hip-Hop', en el mundo del rap. Y claro, en Ciudad Rodrigo, en 2013, tampoco era la historia muy... ¿sabes? Te llamaban raro, yo que sé, estas cosas. Ahora ya es ‘mainstream’, es popular y ya está”, recuerda, quien hoy ensambla con mimo un concepto que trata de aunar polos que, a priori, se repelen. “Es un poco como crear una comunidad que representa Salamanca, por así decirlo. Acercarse a la tradición de otra forma. Que el chaval de hoy entre por ahí y ya le dé curiosidad todo lo demás”, reflexiona.
Tamboril y ‘autotune’
Si en la charla aparece Bad Bunny, C.Tangana y Rosalía, pero también Dámaso Alonso y Ángel Carril. Si se habla de María Becerra y Lola Índigo, y de Pope Martínez de Oasis Dance, pero también del folclorista charro Cefe Torres, del grupo Surco o de los Mayalde. Entonces es Ángel Lemus quien está al otro lado de la mesa. Un chaval sencillo, pero no simple. Asoma algún ‘tatoo’, pero los pendientes son botones charros. Un símbolo que repite en el anillo y en el estampado de la camiseta. Le representa. El ‘outfit’ casual es desenfadado, sudadera abierta con capucha y pantalón de chándal. Pero su puesta en escena es brillante y añeja: sombrero tradicional, chaleco y faja. Un charro.
El contenido audiovisual, el baile y la música son los elementos troncales del proyecto. Con gran parte de autoproducción, bocetea los ‘beats’ y se busca quien meta los arreglos oportunos. Muchos, claro, con instrumentos tradicionales. Bucea en la etnografía, investiga y se empapa del folclore. Ahí encuentra contenido para sus letras, adapta romanceros y, en definitiva, viene a contar viejas historias con trasfondos nuevos. Del tamboril al ‘autotune’. “Creo que es un producto muy especial o raro porque es como muy yo. Le pongo muchísimo detalle porque, al final, lo hago para mí. Soy muy minucioso en todo lo que hago, tanto música como vídeo”, reconoce.
Un diálogo en el que busca conectar con el público joven, pero a través del que anhela, aún más, la comprensión de sus mayores, de aquellos guardianes del legado que pretende atestiguar. En 'Pucho III’, en el que referencia a C.Tangana y juega con su origen mirobrigense, difunde un revelador diálogo en el que una señora de su pueblo, tal vez llamada Isabel, de 80 años, que llega a tildar lo que escucha de “mamarrachá”, pero a quien, como más tarde se muestra en el mismo corte, es capaz de rendir al profundizar un poco más en la obra. Ahora son amigos. “El joven puede estar más acostumbrado a esta estética, a estos juegos, estas fusiones, pero a lo mejor a una persona mayor le cuesta más comprender lo que es el proyecto”, intuye.
En esencia, como cada artista, convive con la crítica y la acepta como parte de su exposición. A veces, dice, “se trata de educar al público, y no al revés”. “Igual que Camarón educó al público, igual que Rosalía lo ha hecho, pues es un poco esa intención, yo me inspiro en eso”, añade, en este sentido, quien rehúye las limitaciones y no descarta ningún tipo de evolución. Una vez, eso sí, haya consolidado el proyecto y, de alguna forma, logrado su objetivo de divulgar. “Voy a intentar siempre tirar a lo que es la raíz. Al final me gusta no solo jugar con la raíz del folclore o la tierra, sino también jugar con la raíz interna. Juego un poco con lo íntimo también”, matiza.
El eterno retorno
En sus canales de difusión se puede acceder a una serie de capítulos con una cuidada puesta en escena desde el punto de vista audiovisual. No en vano, Lemus viene del mundo del videoclip. A través de la productora Calle 37 produjo metrajes para artistas urbanos como el trapero granadino de fama internacional Yung Beef o los respetados ‘emcees’ madrileños Ill Pekeño y Ergo Pro. La imagen aporta al proyecto una nueva dimensión en la que la indumentaria evoca la tradición y la narrativa se remonta hasta la mitología precristiana. “Yo lo produzco, preparo el guion, la preproducción, dirijo la secuenciación de escenas y planos, pero tengo un equipo que me ayuda. Si estoy en cámara, no puedo dirigir, ¿sabes? Y luego también lo edito yo”, explica.
A la hora de representar el concepto en los escenarios, trata de adaptarse al espacio. Desde el formato en solitario respaldado por un DJ, hasta la puesta en escena de un despliegue más complejo con cuerpo de baile y músicos. “Solemos jugar siempre con una performance de lo tradicional y con los trajes charros, que siempre intentamos que todos sean de una parte de la provincia: el serrano, el de Peñaranda, el de la Armuña, el de Villavieja…”, enumera. A partir de ahí, elabora un guion y lo representa en formación después de varios ensayos. La próxima cita es un ‘showcase’ en Calibre Club el 24 de octubre, pero habrá más, incluida la gala de Jóvenes Talentos del Ayuntamiento o lo de Cruz Roja.
De hecho, el apoyo institucional es una cuestión que también agradece tras haber actuado, por ejemplo, durante el último Día de la Provincia organizado por la Diputación de Salamanca. “Creo que han visto que es algo que era necesario, que hacía falta esta vuelta de tuerca. Y creo es un signo de que estoy bien encaminado y que va bien”, reconoce. Al final, se trata de promocionar la identidad local y, en ese objetivo, confluye con las intituciones. “Ojalá un día Bad Bunny o Di Caprio lleven un botón charro y quizá no sepan ni de dónde es. Eso que hemos ganado, ¿sabes? Al final, ha ganado la joyería de aquí, ha ganado la panadería de aquí con el hornazo…”, aspira el artista.
En esencia, el joven Ángel, Lemus, Berrako, viene a representar el eterno retorno. A devolver el brillo a la plata gastada. A tributar al pasado para acabar rindiendo frutos al futuro. “Intentamos siempre mostrar las dos caras. Para que no elijas, simplemente que las mires y veas que hay dos caras en todo en la vida y que hay que fusionar las cosas, hay que reinventarse. Si no, si el lenguaje no se reinventase, seguiríamos hablando en latín. Hay que evolucionar. No hay que tener miedo al cambio, hay que verlo, hay que quererlo. Da miedo, claro, el cambio da miedo, pero siempre refresca…”.